EL MAMBORETÁ SAGAZ Y LA CIGARRA LOCUAZ (FÁBULA FABULOSA)
Había una vez, en un añoso bosque de algarrobos, dos animales muy, pero muy opuestos. Eran dos insignes insectos que vivían en la copa de los árboles. El mamboretá, o tata dios como le dicen las gentes del campo, era muy lindo. Todo su cuerpo resplandecía de color y brillo, y llamaba la atención de muchos pájaros, mariposas y langostas del bosque. Se acicalaba mucho las antenas y patas delanteras, se miraba mucho en una gota de savia que oficiaba de espejo y se veía hermoso. La pobre cigarra en cambio, era muy, pero muy fea, tan grotesca que sus padres dijeron que iban a explorar la flora del lugar y nunca regresaron. Su cuerpo grueso y desgarbado tenía la gracia de una papa. Se miraba al espejo de savia y eso era lo que la pobre veía: ¡una triste y desgraciada papa! A contrapelo del glamour del mamboretá, el de la pobre cigarra no existía, cero, nada, nothing, nil.
El mamboretá era súper inteligente, preparaba sus ataques con paciencia y astucia. Era el súper depredador del bosque y el rey de la emboscada. Elegía bien a sus presas y ponía algo distinto en su mesa cada día. En cambio, la desdichada cigarra comía con la dudable elegancia de un chancho en el barrial. A la cigarra le bastaba con bajar su cabeza y encontrar su pastura predilecta que eran las ramitas tiernas de los árboles. Y por último, para acentuar aún más las diferencias, el mamboretá era rico de toda riqueza. Era elegante, talentoso, bello y sagaz. La gris y locuaz cigarra, además de aturdir al bosque con su ruido ensordecedor, era opaca, estúpida y pobre. ¡No todas las criaturas son iguales a los ojos del creador! Por lo menos en los vastos bosques de algarrobos.
Moraleja: Es preferible ser lindo, inteligente y rico, que feo, estúpido y pobre.
Nota del desautorizado autor: No es esta una fábula moralizante y didáctica, como se supone que debería ser, pero así la cuentan los transpirados hacheros chaqueños en los áridos y duros bosques de la región. Además, si no puedes leer esto con algo de humor, es muy probable que te conviertas en cigarra. Así será.
Nota notable: El humor sarcástico es, como el nombre apenas sugiere, sarcástico. Pero no deja de ser humor, como el negro, el étnico, el funerario o el mórbido. Es acido, un poco agresivo y, por sobre todas las cosas, un poco burlón. Aquí van unos ejemplos para que vayan aclimatando su sistema límbico: “De las cosas que NO me importan, tu opinión es mi favorita”. O este otro, “Si su cerebro está fuera de funcionamiento, haga el favor de no poner la lengua en marcha”. ¿Y este? Es mortal, “¿Sabes que te caería bien en este momento? ¡UN RAYO!
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