martes, 6 de octubre de 2020

LA MUSURANA, TERROR DE LAS MADRES LACTANTES (RELATO LEGENDARIO)

 

LA MUSURANA, TERROR DE LAS MADRES LACTANTES 

No hay duda alguna, si de víboras taimadas se trata, la musurana se lleva todos los laureles. Su color, nada más, nos va ya adelantando su ladina naturaleza de animal traicionero y maléfico. Es del color de la muerte, negra por todos lados, de la cabeza a la cola, lo que le permite consumar con más facilidad sus terrores. No hay en el campo argentino lugareño que no la conozca o no haya oído hablar de ella. Su solo nombre produce un estremecimiento en las delicadas pieles de las madres con niños lactantes y de las mujeres en general.

La musurana tiene su reputación muy bien ganada en todas las regiones donde vive. No vayan a creer que es una inofensiva culebrita de esas que se ven en los jardines, no señor, es una formidable víbora de más de dos metros de largo y del grosor de cuatro mangos de talero juntos. Su cabeza es del tamaño de un cucharon y sus colmillos, finos y filosos como los de la paja brava. Dicen los que saben, que la musurana prefiere originar sus ataques en las noches de luna llena, sí claro, igual que el lobizón, con quien tal vez tenga algún parentesco. En esas noches claras, cuando la luna ilumina los campos y los árboles parecen siluetas de duendes emponchados esperando el amanecer, la víbora taimada busca a una vaca que ande con ternero al pie y ¡vaya que la encuentra rápido!, para eso vive y sabe hacer muy bien su trabajo. El negro reptil se acerca muy silenciosamente a la vaca que duerme parada junto a su ternero, y sin que nadie se dé cuenta ¡la manea enrollándose varias veces en las patas traseras con su cuerpo fibroso y frío como la escarcha! ¡Es de no creer la habilidad que tiene para hacer esto sin que la vaca lo note ni se despierte! Una vez que el vacuno queda inmovilizado, aunque tal vez esto no importe mucho porque está totalmente dormida, la musurana busca alguno de los pezones más gordos y comienza a chupar y llenarse la panza con la tibia leche que mana fácilmente de la ubre. Es tan silencioso y perfecto su trabajo que raramente la vaca o el ternero se despierte y puedan ver lo que está haciendo la maldita visitante. Y así, como dicen los que la han visto, cuando tiene el vientre bien lleno de leche, sigilosamente como vino, más silenciosamente se retira. Lo increíble es que al otro día nadie sabe nada de lo ocurrido esa noche de luna llena. El patrón ni se entera y la vaca menos. Se dice por ahí que no solo aprovecha las noches de luna llena, basta que haya luz suficiente de un cuarto creciente o un cuarto menguante para que la muerte negra salga a chupar leche. También se dice que si hay una familia numerosa de musuranas que salen a comer juntas muchas noches, los terneros enflaquecen por la falta de comida y los patrones, entonces sí saben que algo pasa y entran a sospechar de la “chupona”. ¡No hay descanso para el pobre chacarero! Si no es la “chupona”, es una sequía, una inundación, un pampero furioso o la guaina que se le fue con el vecino. Pero no terminan aquí las miserias de estos sufridos hombres de campo.

La “chupona” tiene otra astucia que pone los pelos de punta de solo escucharla. ¡Mejor que la musurana no se entere que en algún rancho de la zona hay un bebé y una mamá dándole el pecho! Mucho mejor que la musurana no se entere, pero nadie sabe cómo esta termina dándose cuenta y conociendo a la perfección el rancho con la mamá y su bebé. Hete aquí, que en esas noches de calor y buena luz nocturna, la “chupona” entra por la ventana al rancho y se dirige rápidamente a la cama donde el bebé duerme plácidamente junto a su mamá. La víbora sube a la cama y se cuida de no tocar con su cuerpo frío a la madre o al niño para no despertarlos. Luego, pone en la boca del bebé la punta de su cola para que parezca el pezón de su mamá y entonces encuentra la teta de la mujer y se pone a mamar igual que lo hacía con la vaca. ¡Es la vivida personificación del demonio la “chupona”!

Por suerte la vida tiene sus subes y bajas y siempre da revancha. Los avisados chacareros, conocedores de todas las tretas de la musurana, la persiguen con inquina, más aún que a las temibles yarará o cascabel. La matan y la cuelgan en un alambrado o en la puerta del rancho para mostrarles a sus compañeras lo que les pasará si se atreven a pisar el lugar.

Las gentes de las ciudades por suerte se libran de este monstruo pero los pobres campesinos quedan a la buena de Dios. ¡Que el Señor proteja a las humildes e inocentes criaturas que puedan quedar al alcance de las fauces de la monstruosa musurana!

 

Nota biológica: La musurana, a pesar de ser una culebra totalmente inofensiva para los seres humanos, arrastra una pesada leyenda muy arraigada en todo el litoral y norte de la Argentina cual es la que de ser una formidable bebedora de leche materna, sea ésta de vaca o humana. Este mito carece de todo sustento biológico ya que los ofidios no son mamíferos y por lo tanto carecen del aparato succionador lácteo de éstos. Tiene una dieta basada principalmente en otras serpientes, incluyendo especies venenosas, pero también lagartijas y mamíferos.

 

 

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