LA MUSURANA, TERROR DE LAS MADRES LACTANTES
No hay duda alguna, si de víboras taimadas se trata, la
musurana se lleva todos los laureles. Su color, nada más, nos va ya adelantando
su ladina naturaleza de animal traicionero y maléfico. Es del color de la
muerte, negra por todos lados, de la cabeza a la cola, lo que le permite
consumar con más facilidad sus terrores. No hay en el campo argentino lugareño
que no la conozca o no haya oído hablar de ella. Su solo nombre produce un
estremecimiento en las delicadas pieles de las madres con niños lactantes y de
las mujeres en general.
La musurana tiene su reputación muy
bien ganada en todas las regiones donde vive. No vayan a creer que es una
inofensiva culebrita de esas que se ven en los jardines, no señor, es una
formidable víbora de más de dos metros de largo y del grosor de cuatro mangos
de talero juntos. Su cabeza es del tamaño de un cucharon y sus colmillos, finos
y filosos como los de la paja brava. Dicen los que saben, que la musurana
prefiere originar sus ataques en las noches de luna llena, sí claro, igual que
el lobizón, con quien tal vez tenga algún parentesco. En esas noches claras,
cuando la luna ilumina los campos y los árboles parecen siluetas de duendes
emponchados esperando el amanecer, la víbora taimada busca a una vaca que ande
con ternero al pie y ¡vaya que la encuentra rápido!, para eso vive y sabe hacer
muy bien su trabajo. El negro reptil se acerca muy silenciosamente a la vaca
que duerme parada junto a su ternero, y sin que nadie se dé cuenta ¡la manea
enrollándose varias veces en las patas traseras con su cuerpo fibroso y frío
como la escarcha! ¡Es de no creer la habilidad que tiene para hacer esto sin
que la vaca lo note ni se despierte! Una vez que el vacuno queda inmovilizado,
aunque tal vez esto no importe mucho porque está totalmente dormida, la
musurana busca alguno de los pezones más gordos y comienza a chupar y llenarse
la panza con la tibia leche que mana fácilmente de la ubre. Es tan silencioso y
perfecto su trabajo que raramente la vaca o el ternero se despierte y puedan
ver lo que está haciendo la maldita visitante. Y así, como dicen los que la han
visto, cuando tiene el vientre bien lleno de leche, sigilosamente como vino,
más silenciosamente se retira. Lo increíble es que al otro día nadie sabe nada
de lo ocurrido esa noche de luna llena. El patrón ni se entera y la vaca menos.
Se dice por ahí que no solo aprovecha las noches de luna llena, basta que haya
luz suficiente de un cuarto creciente o un cuarto menguante para que la muerte
negra salga a chupar leche. También se dice que si hay una familia numerosa de
musuranas que salen a comer juntas muchas noches, los terneros enflaquecen por
la falta de comida y los patrones, entonces sí saben que algo pasa y entran a
sospechar de la “chupona”. ¡No hay descanso para el pobre chacarero! Si no es
la “chupona”, es una sequía, una inundación, un pampero furioso o la guaina que
se le fue con el vecino. Pero no terminan aquí las miserias de estos sufridos
hombres de campo.
La “chupona” tiene otra astucia que
pone los pelos de punta de solo escucharla. ¡Mejor que la musurana no se entere
que en algún rancho de la zona hay un bebé y una mamá dándole el pecho! Mucho
mejor que la musurana no se entere, pero nadie sabe cómo esta termina dándose
cuenta y conociendo a la perfección el rancho con la mamá y su bebé. Hete aquí,
que en esas noches de calor y buena luz nocturna, la “chupona” entra por la
ventana al rancho y se dirige rápidamente a la cama donde el bebé duerme
plácidamente junto a su mamá. La víbora sube a la cama y se cuida de no tocar
con su cuerpo frío a la madre o al niño para no despertarlos. Luego, pone en la
boca del bebé la punta de su cola para que parezca el pezón de su mamá y
entonces encuentra la teta de la mujer y se pone a mamar igual que lo hacía con
la vaca. ¡Es la vivida personificación del demonio la “chupona”!
Por suerte la vida tiene sus subes
y bajas y siempre da revancha. Los avisados chacareros, conocedores de todas
las tretas de la musurana, la persiguen con inquina, más aún que a las temibles
yarará o cascabel. La matan y la cuelgan en un alambrado o en la puerta del
rancho para mostrarles a sus compañeras lo que les pasará si se atreven a pisar
el lugar.
Las gentes de las ciudades por
suerte se libran de este monstruo pero los pobres campesinos quedan a la buena
de Dios. ¡Que el Señor proteja a las humildes e inocentes criaturas que puedan
quedar al alcance de las fauces de la monstruosa musurana!
Nota biológica: La
musurana, a pesar de ser una culebra totalmente inofensiva para los seres
humanos, arrastra una pesada leyenda muy arraigada en todo el litoral y norte
de la Argentina cual es la que de ser una formidable bebedora de leche materna,
sea ésta de vaca o humana. Este mito
carece de todo sustento biológico ya que los ofidios no son mamíferos y
por lo tanto carecen del aparato succionador lácteo de éstos. Tiene una dieta
basada principalmente en otras serpientes, incluyendo especies venenosas, pero
también lagartijas y mamíferos.
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