jueves, 22 de octubre de 2020

EN LA OSCURIDAD PROFUNDA (FICCIÓN)

    EN LA OSCURIDAD PROFUNDA

Está muy oscuro aquí abajo. Todo es negrura absoluta, impenetrable. El ambiente es húmedo y terroso y me da pavor no saber dónde está el arriba o el abajo. No puedo moverme y apenas si puedo respirar. La atmósfera se está tornando cada más sofocante e inaguantable desde que comprendí mi situación. Lo más angustiante de todo es que ¡no sé si estoy vivo o muerto!

¿Cómo es posible que esto sea así, no saber si uno está vivo o muerto? Para los otros debe ser una tarea fácil cerciorarse de que un ser viviente presente signos de vida o no. Pero para mí, no. ¿Y si estoy muerto, como es que estoy armando estos pensamientos? Podrían ser los últimos pensamientos de un ser recientemente muerto cuya alma se está elevando al cielo. O sea, estaría muerto sin saberlo, creyéndome vivo. La situación es tremendamente angustiante, incomprensible.

Analizando los hechos con un poco de la calma que no tengo, pienso que estoy enterrado desnudo en una tierra tibia y fértil, sin malos olores y sin demasiada agua. Lo poco que respiro me alcanza y no creo que la falta de aire sea un problema.

No sé cuánto tiempo ha pasado desde que comenzó todo. ¿Cómo podría calcularlo? En lo que estimo es la superficie de este suelo, allá arriba, no percibo actividad. ¡Dios mío, estoy solo y enterrado, muerto o vivo!

Súbitamente escucho un repicar en la superficie, como un resonar de cascos de caballos al trote y después al galope. Cada vez más intenso y ahora mi cuerpo se está mojando completamente. Es una lluvia fresca que extrañamente me trae paz, una tranquilidad inexplicable que calma todos mis sentidos. Sin embargo, no puedo dejar de repetir mi letanía, ¿dónde estoy, porque estoy aquí y la última pregunta aterradora…estoy muerto o vivo?

Hace un rato, un lapso completamente indeterminado, comencé a creer que estoy vivo. Algo inusitado sucedió dentro de mi cuerpo que me sorprendió. Sentí que la mayor humedad del suelo, luego de la copiosa lluvia, además de traerme una paz irracional, comenzó a hidratarme lentamente. Mi cuerpo hinchado se aprieta contra la tierra circundante tomando contacto con cada terrón, piedrita o palito que juegan en el entorno negro.

Si no me fallan los cálculos, ahora, luego de otro tiempo indeterminado, creo que mi cuerpo ha crecido el doble. Mi piel está tersa y bien hidratada. Mis órganos internos se mueven con más comodidad dentro de este cuerpo más grande. Percibo que algo comienza a activarse allí en lo profundo de mi ser. En el esplendor de la naturaleza mueren sustancias y nacen otras y algún intangible director de orquesta biológico comanda la batuta con pericia absoluta.

No sé cómo medir el tiempo y me preocupa no saber en qué mes, día y hora vivo, sí, vivo. ¡Qué lindo es estar vivo y poder percibirlo con certeza! Por mis horas de descanso y vigilia voy a estimar el tiempo en fases lunares. No hace mucho pude ver, casi adivinar, la luz de la luna llena que se filtraba a través de los poros del suelo. Colijo, por lo tanto, que no estoy a gran profundidad. Creo que voy a medir el tiempo en fases lunares de una semana. Así, de luna llena a luna llena habrá transcurrido un mes.

Ya pasaron dos fases lunares desde la última lluvia, dos semanas, un tiempo eterno para mi situación opresiva. Otra vez siento movimientos en el interior de mi ser. ¡Dios, que dolor!, siento que se me abre el pecho y algo empuja desde adentro para salir. ¿Qué me está pasando? ¿Algún parásito asesino se habrá apoderado de mi cuerpo y ahora que cumplió su ciclo endógeno quiere emerger para continuar su trabajo de perpetuación genética? Aquí abajo hay una fauna y flora inmensa, desde bacterias y hongos hasta gusanos, insectos y otros moradores superiores. Es como un bosque tropical abundante de vida, de diversidad. Quieto, sin capacidad de moverme, de escapar, soy un blanco fácil para todos esos “enemigos” hijos de la tierra.

El misterioso elemento que se abre camino desde mi pecho hacia la superficie es fuerte y muy flexible. Se adapta a los obstáculos que encuentra a su paso y los sortea sin dificultad, respetando su mandato secular.

Han pasado cuatro fases lunares desde que esa “cosa” partiera mi pecho en dos y comenzará su ascenso. Veo con claridad ahora que la “cosa” rasga el aire con sus intenciones de vida, que se trata de…un brote. Sí, sí, es el primer brote, la base primordial de una nueva planta. ¿Y qué tengo que ver yo con esta nueva planta? ¿Y qué pasará conmigo en esta negra inmensidad que me acecha? Con el pecho abierto y mis vísceras al aire seré pasto para las fieras y no duraré mucho. Lo presiento.

Es el ciclo de la vida. Es necesario que algunos mueran para que otros subsistan. Todo se recicla en los distintos niveles tróficos de los ecosistemas.

Bueno, basta ya de filosofía inconducente. Al fin y al cabo que podría saber yo que solo soy un mero elemento de ese intrincado mundo que llaman naturaleza. Yo, que soy una simple semilla.

 

 

 

 

 

 

 

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