miércoles, 26 de agosto de 2020

AUTODESTRATO (AUTORETRATO DE YO)

 

 AUTODESTRATO

T

uve consciencia de mi contundente fealdad física a los doce o trece años. Las hormonas tuvieron un segundo alboroto por esos años de comienzo del colegio secundario cuando las chicas comenzaron a asemejarse al sexo opuesto y caímos en la cuenta que sus caras y cuerpos nos atraían. El primer bullicio endócrino fue años atrás, a los ocho, cuando con los amigos nos escondíamos en alguna obra en construcción a ver pasar chicas y hacer comentarios libidinosos sobre ellas. Y algo más también.

No sé qué pasó en mi vida entre bullicio y alboroto pero las hormonas parece que estuvieron durmiendo durante todo ese lapso. En la secundaria, comencé a mirarme en el espejo para ver que podrían ver las chicas en mí y descubrí que me odiaba de pies a cabeza. Quiero ser metódico con mis recuerdos y por lo tanto comenzaré la odiosa disección de norte a sur. En la parte de arriba, mi cabeza era aparentemente normal si se la miraba de frente, pero de perfil tenía una chatura en la nuca que me anticipaba lo mal que comenzaba mi entidad. Cabello bien rubio, normal; al final del apocalíptico inventario anatómico, creo que mi cabellera era lo único normal. Sin embargo, no podía enorgullecerme de ella porque en el Liceo Militar General Espejo de Mendoza, donde estaba haciendo la secundaria, nos pelaban con fiereza para que nos quedara claro a nosotros y a los demás, que éramos “cadetitos tagarnas” (“tonto, inepto”, en el argot militar) que nos merecíamos ese corte-castigo por alguna falta a punto de ser cometida. Mis orejas, largas y puntiagudas hacia arriba, se separaban de la cabeza más de lo necesario y mucho más de lo que yo admitía. La cara, en su totalidad plena, abundaba en un acné furibundo y apenas las cejas escapaban a la feroz plaga. Pómulos y mentón algo desperfectos, pero la nariz sobresalía, brillaba por su descarada presencia; se ubicaba muy por delante del rostro y amenazaba con meterse en la nariz de la pobre chica que se animase a bailar con el adefesio. ¡Maldita herencia de mi lado materno: mi “naso” era un duplicado perfecto de una berenjena de buen tamaño e igual a la mis tíos maternos, los hermanos de mi mamá, quién también tenía lo suyo! Del cuello a la cintura no presentaba deformidades, pero al llegar al paralelo de cincuenta grados, o sea las piernas, todo se pudría mal. Una chancha preñada podría haber pasado entre ellas sin que yo lo notara, tal la comba exterior de mis aterradores miembros inferiores. Para concluir, en el extremo más austral de mi contrahecha humanidad, mis pies aparentaban normalidad pero despedían una pestilencia que los libros de medicina describían como un “hediondo e intolerable olor a pata”.

Aunque este triste y patológico paisaje podría fácilmente ser desacreditado considerando la común y feroz autocrítica de los adolescentes, mi caso era uno en un millón y yo estaba plenamente convencido de mis impiadosas observaciones. Así fueron pasando los años y yo acarreando ese cuerpo deforme y la pesadísima mochila de la autoestima cero, en el tope de la escala sismológica de Richter. No se puede construir un rascacielos con arena de la misma manera que no se puede formar un ser humano acabado, con escasa estima por sí mismo. La pila de fracasos sentimentales y de otros tipos se fueron acumulando con el avance del calendario hasta que mi sentido común nació en mí ser y me condujo al diván de un terapeuta de la mente, varios de ellos en diferentes momentos por cierto. Estos aprendices de brujo fueron ayudando al pobre varón a reconstruir una imagen más real de sí mismo y a percibir el mundo de una manera más benigna.

Ahora, en el dulce otoño de mi existencia, la lucha ha cesado y otra imagen es la que me devuelve el espejo. Veo un rostro de rasgos sobresalientes pero armónicos. Las orejas y la nariz no son pequeñas pero encajan bien en mi cara. Mi barba candado hace buena amistad con mis ojos celestes y con mi tupida cabellera, otrora dorada, donde ahora predomina el blanco. La boca pequeña y de labios finos, con una inclinación hacia el naciente, habla poco o mucho, como las circunstancias manden, pero no lo hace al bledo o sin razón. Los ojos claros y algo hundidos en sus orbitas se olvidan de observar lo obvio y solo escrutan lo invisible.

Reflexiono acerca de mi pasado y me enorgullezco de lo que pude construir con un minúsculo arroyito de virtudes y un Amazonas de defectos y carencias, imaginarias o reales, da igual. ¿Cómo respondería ahora a un cuestionario que podría hacerme alguno de mis pasados terapeutas, parientes o amigos, quienes me ayudaron a mejorar? Imaginemos algunas de esas preguntas posibles.

¿Qué prefiero de mí? Mi temperamento sereno y comprensivo es tal vez lo primero. Mi humor y gracia para contar cuentos y chistes, alegrando las reuniones con amigos. Mi capacidad para imitar los distintos acentos del hablar de la Argentina y de otros países. Interesarme sinceramente por los demás tratando de conocer sus vidas en profundidad, pero sin un gramo de crítica. Saber halagar al que se lo merece.

¿Qué me produce rechazo? La intolerancia y los fanatismos. El carácter agrio de los iracundos y el insoportable exterior de los “sabelotodo” y pedantes. No hay mucho más para agregar. Tal vez la estupidez de los humanos de no aceptarse como seres emocionales y pensar que toda la especie es racional. ¿Será por eso que cometemos una y mil veces los mismos errores? Nada de lo humano me es ajeno ni extraño, ni incomprensible y por lo dicho acepto la maldad del hombre como su estado natural.

¿Qué hago al despertar? Agradezco a Dios y al padre Ignacio de Rosario por el nuevo día y por los dones con que fui gratificado en mi vida. No soy católico prácticamente pero digo mis plegarias al Creador todos los días. Soy creyente a mi manera. Como científico, durante gran parte de mi vida se opusieron dentro de mí dos fuerzas poderosas, el creacionismo y el evolucionismo darwiniano. Finalmente “decidí, opté” por creer en Jesús a través de la intercesión del padre Ignacio, pero por formación, creo también profundamente en la teoría evolucionista.

¿Qué me atrae más de la noche? Muy pocas cosas. No soy en absoluto un individuo noctámbulo. La noche es mi momento más débil. Para mí es el momento de descanso del cuerpo y de la mente. Es cuando se presentan los fantasmas de otras épocas, los dolores, los malos pensamientos y la fatiga, madre de muchos males.

¿En qué lugar desearía vivir? En cualquiera, donde el respeto al prójimo sea la ley primera. Donde los ancianos sean valorados y cuidados. Donde exista igualdad plena entre hombres y mujeres. Donde la ley del más fuerte se haya extinguido hace mucho tiempo y donde una mariposa reciba el mismo trato y amor que una mascota.

¿De qué hablo conmigo mismo? De mi familia, de mis nietos. Luego, de proyectos, cosas por hacer, caminos por recorrer. Generalmente hablo en silencio pero ocasionalmente lo hago en voz alta cuando ejecuto alguna rutina y encuentro placer en ello.

¿Qué es para mí el invierno? Es el momento de la introspección. Los sabios árboles envían la savia a la base del tronco y raíces. La vida pierde color y ritmo pero el invierno es vital para la fauna y flora de los climas templados. Me alegra vivir en un lugar con las cuatro estaciones bien definidas. El invierno es además, la estación que sigue al otoño, mi estación favorita.

¿Qué detesto de mí? Por suerte, y creo que por la sola razón de mi edad, no hay nada ya que deteste de mí. Sí, hay cosas que no me gustan y que desearía cambiar. Soy egoísta y manejo con mucha dificultad el ridículo. Me comprometo con muy pocas cosas y no festejo lo suficiente mis logros. No amo con la intensidad que quisiera y uso muchas mentiras piadosas. Sin embargo, detrás de todos estas cosas sigue existiendo un hombre que trata de cambiarlas, hoy, mañana, y hasta el fin.

¿Qué diría un vecino de mí? ¿Habrá pagado este pelandrún las expensas? A esa camisa barata ya se la vi puesta ayer, y el pantalón dos medidas más grandes, también; me parece que a este tipo la moda le importa un pito. ¿Qué edad tendrá el vejete? Yo diría unos sesenta y algo, ¡está hecho pelota el tipo! Le debe cortar el cabello alguna tía con cataratas al pobre, que desastre. Y es una lástima porque tiene lindo pelo. Bueno, al final no sé porque me preocupo por un don nadie del edificio. No viene a las reuniones de consorcio ni a palos y después le reclama cosas a la administradora. ¡Anda a cantarle a Gardel, perejil!

¿Qué diría mi padre de mí? ¡Cuántas cosas heredó de mí Huguito! Tardó en descubrirlas pero están bien claras. Su timidez y parquedad de joven, sus miedos. Ahora se lo ve bastante bien y, por suerte, mejor que yo. A pesar de los defectos que aún arrastra, lo veo una persona íntegra y honesta. Ésta era una de mis herencias más deseadas. Espero además que sea muy feliz. Adivino en su rostro que lo es.

¿Qué diría un desconocido de mí? Aquí viene un relicto de la vieja alemanada de Villa Ballester. Rubio, canoso, ojos celestes, alto y con cara de ario. Qué lástima que esos tiempos son pretéritos en el barrio y en el país también. Eran aquellos tiempos de orden y mayor uniformidad étnica y social. Ahora está todo muy mezclado y no hay códigos de ningún tipo. Por lo menos eso es lo que pensamos las personas mayores del barrio, que supimos ver épocas mejores. Suena como discriminación, y es discriminación pero la inseguridad y la desigualdad social nos ha cambiado y nos hace desconfiar mucho de algunos estereotipos ya conocidos. ¡Chau, Otto, me hiciste volver unos años atrás y por eso te lo agradezco!

 

EL LOBISOME (RELATO LEGENDARIO)

 EL LOBISOME

Antes de ingresar al relato, creo necesario hacer un resumen acabado de este cuento porque no coincide con las creencias más comunes que transitan por el país acerca del lobizón o lobisón, las cuales son más parecidas a la leyenda internacional del hombre lobo. La leyenda del “lobisome” (incluida con esa curiosa grafía en el libro Supersticiones y leyendas, Región misionera, Valles calchaquíes, Las pampas, de Juan B. Ambrosetti. Ed. Emece, Bs.As., 2001, 187 págs.) es obviamente europea, adaptada por cierto a la idiosincrasia local.

El lobisome es la condición fatal del séptimo hijo varón consecutivo y si es la séptima mujer consecutiva, ella será bruja. Es la metamorfosis que sufre el varón en un animal parecido al perro y al cerdo, con grandes orejas que le tapan la cara y con las que produce un ruido especial. Su color varía en bayo o negro, según sea el individuo blanco o negro.

Todos los viernes, a las doce de la noche, que es cuando se produce la transformación, sale el lobisome para dirigirse a los estercoleros y gallineros, donde come excrementos de toda clase, que constituyen su principal alimento, como también las criaturas aún no bautizadas. Los perros lo persiguen y combaten pero no pueden causarle daño porque el lobisome los aterroriza con el ruido producido por sus grandes orejas. El encanto cesa si alguien lo hiere. El lobisome recupera su forma humana y manifiesta su profunda gratitud por haber hecho desaparecer la fatalidad que pesaba sobre él. Sin embargo, esta gratitud es totalmente ficticia ya que tratará por todos los medios de exterminar a su bienhechor. De modo que lo mejor, cuando se lo encuentra, es matarlo sin exponerse a esas desagradables gratitudes.

El individuo que es lobisome, por lo general, es delgado, alto, de mal color y enfermo del estómago, pues dicen que dada su alimentación, es consecuente con la afección, y todos los sábados tiene que guardar cama forzosamente como resultado de las aventuras de la noche anterior. Esta creencia está tan arraigada entre alguna de esa gente que no solo aseguran haberlo visto, sino que también, con gran misterio, señalan al individuo sindicado de lobisome, mostrándolo con recelo, y hacen de ese hombre una especie de paria.

Ahora sí, en conocimiento pleno de que es un lobisome, entremos en el relato.

 

EL LOBISOME, LOBISÓN AUTÓCTONO

E

 n Mburucuyá, pequeño pueblo ubicado en el borde de los Esteros del Iberá en la provincia de Corrientes, vivía un apuesto joven llamado Lisandro. Alto, delgado, con rasgos refinados y modales cuidados, el mozo era muy requerido por las muchachas en edad de merecer del pueblo. Sin ocupación a la vista ─vivía con sus padres─ el joven de unos veinte años, paseaba su humanidad con soltura por las calles del pueblo atrayendo las miradas de las guainas y otras mujeres en sazón del poblado.

Sus hermosos ojos, grandes como almendras grandes, tenían un color y brillo especial, se diría que el mismo que tienen las mentes ambiciosas de poder y de grandes emprendimientos. Sus pies grandes, tal vez algo desproporcionados con su altura, le daban un andar atractivo y animal, en el buen sentido de la palabra.

No se podría decir que Lisandro vivía en un lecho de rosas ya que en Mburucuyá no existía tal cosa, pero llevaba una vida cómoda. Sus padres, muy conscientes de que Lisandro era el séptimo hijo varón consecutivo de la familia, lo malcriaban y consentían con la intención de que el maleficio se frustrara. Se esmeraron, muy por encima de sus posibilidades económicas, para que el hijo tuviese una prolija educación.

Como lo establecía el decreto ochocientos cuarenta y ocho del año 1973, Lisandro, era el ahijado del presidente de la Nación y en consecuencia se había hecho acreedor a una beca de estudio muy por encima de los ingresos familiares normales del pueblo. Por ello, había estudiado en Corrientes donde consiguió una considerable reputación de estudiante aplicado y brillante y un título de abogado. El futuro se vislumbraba muy promisorio para el destacado Lisandro.

Sin embargo, una sombra tenebrosa parecía oscurecer los planes que Lisandro y todos sus familiares tenían para él. La descompostura estomacal que el joven presentaba todos los sábados, y su discreta desaparición de los viernes por la noche, ponían en evidencia lo que todos sospechaban, ¡Lisandro era, sin duda, un lobisome! El padrinazgo presidencial no había sido capaz de conjurar el hechizo pero tuvo un efecto de atenuación de éste. No se habían registrado muerte de niños ni de animales en la comarca y eso indicaba a todas luces que las andanzas nocturnas de Lisandro eran bastante incruentas. Se trataba, sin ninguna duda para los habitantes de Mburucuyá, de un lobisome compasivo, que también los había. ¿Por qué no habría de existir si hay de todo en la viña del señor y todos, hasta los más abyectos, son merecedores a ser hijos de Dios y de recibir su perdón? Así, lo había expresado en más de una oportunidad el padre Andrés en su sermón dominical. Conocía a Lisandro de niño y creía en la incapacidad del joven para dañar a otros. Ya veremos que el padre se equivocaba en algunos detalles.

El tiempo fue pasando y Lisandro, el “come carroña”, continuó con sus ambiciosos planes de ascenso social. Se mudó a la capital de la provincia, la ciudad de Corrientes, porque Mburucuyá le quedaba un poco chica para sus propósitos. En la capital, se ubicó en un barrio periférico, pero decente, para continuar carroñando los viernes por la noche según “su costumbre”. Tenía el barrio un perfil bajo lo que también iba de acuerdo con los designios de Lisandro. Ya nada parecía detener el impulso vital de nuestro joven, y su condición de lobisome o carroñero nocturno parecía, de alguna manera, contribuir decididamente con su estrategia de progreso social.

Y así fue como un día, los sorprendidos habitantes de Mburucuyá pudieron leer en el diario una noticia que dejó boquiabiertos a los más escépticos: En las últimas elecciones provinciales, ese joven nativo y admirado del modesto pueblo del borde del Estero del Iberá, había resultado ganador ¡y se había convertido en el gobernador de la provincia!

Lisandro era ahora el “carroñero perfecto”, preparado durante décadas para comer excrementos de animales, estaba ahora listo para pasar a un nivel ecológico superior, rapiñar, robar, despojar, arrebatar, usurpar y apropiarse de los bienes de los ciudadanos. De una forma u otra, la maldición del lobisome se había cumplido inexorablemente.

 

jueves, 13 de agosto de 2020

HORÓSCOPO MAL ASPECTADO, TEMP. 1, EP. 2

 HORÓSCOPO MAL ASPECTADO, temp. 1, ep. 2

Inspirado en libros de Horangel y Ludovica Squirru y definitivamente arruinado por mi pequeñez literaria. Válido para todos los sexos, todas las edades y todos los ingenuos.

A

 RIES

En una subasta comprará un reloj que anda mal y sorpresivamente recuperará el tiempo perdido.

Un amor que creyó perdido retornará a su vida…20 años y 30 kilos después.

Una parienta lejana los visitará fugazmente en su hogar dejando tras de sí la terrible amenaza de volver.

T

 AURO

La parte más bondadosa de su personalidad no aflora aún a la sociedad. Ya es hora…antes de que lo linchen.

Un amigo lo alertará sobre un peligro que lo ronda de cerca. Por instinto, su primer impulso será rondar de cerca a su amigo.

Se acordará de su maestra de cuarto grado y se volverá a enamorar. A la tarde se encontrará con ella en el shopping y ya no se enamorará más.   

G

 ÉMINIS

Los de su signo, jodido por cierto, no buscan razones, buscan excusas para hacer lo que quieren hacer.

Repita conmigo ¡mi vida es una basura y yo soy una porquería! Este es un buen ejercicio de autodestrucción que lo ayudará a comprender las ventajas de la soltería.

Tiene una edad avanzada y aún vive con sus padres. Es momento para independizarse. Amenácelos para que abandonen el hogar.

C

ÁNCER

Día de profunda ingenuidad. Cree que ahorra agua bañándose en pareja y que eso ya lo convierte en miembro vitalicio de Green Peace.

Hoy se levantará contradictorio y agresivo. ¡No a la violencia! ¡Sí a la paz! Y luego agregará: Y al primero que diga que no…le rompo la cara.

No lo ayudará para nada esa calcomanía que acaba de pegar en la luneta de su auto: Colabore con la policía…péguese solo.

L

 EO

Usted es una persona muy complicada, inexpugnable, y se la entiende por el lenguaje de los pájaros: Por intuición o de ninguna manera.

Es cierto que una buena cara es la llave de todas las puertas cerradas. Si sigue así no podrá salir de su casa por una década.

Sea precavido esta centuria. Tenga cuidado con los hombres cuyo Dios está en el cielo.

V

 IRGO

Único día del año para improvisar algo creativo, distinto…trabaje.

Escriba en letras doradas este proverbio, “El martillo yerra a veces; un ramo de flores, nunca”. No, no se lo entregue al herrero, son para su novia.

Usted piensa que es más importante que sus problemas. Infortunadamente la realidad sugiere que usted es un poroto confrontado con sus problemas.

L

 IBRA

Hoy hará honor a su signo y se comportará como un animal plumífero. Haga como la gallina y póngale huevos a la vida.

El único consejo que se me ocurre para usted hoy es: Disfrute del día antes de que un imbécil se lo arruine.

Usted, en el horóscopo chino, es perro de madera. Como tal vive en una repisa y no es humano. No hay nada para usted entonces, sorry man.

E

 SCORPIO

¿Conoce el dicho “Viva rico, muera pobre”? Usted ya es más pobre que una rata y nunca fue rico. Ahora no se tome tan a pecho lo de la muerte y espere un poco.

Hoy amaneció confundido. Toda esta porquería por la que está transcurriendo no es un ensayo general… ¡es la vida!

Los escorpianos son gente muy fogosa. Su proverbio favorito es “Santa María, tú que concebiste sin pecar permítenos pecar sin concebir

S

 AGITARIO

En el primer día del año se manifestará vital y animado. En el segundo desaparecerá el hechizo y volverá a ser usted mismo.

Animadas reuniones y felices recuerdos. Se acordará de su ex y se terminará el ensueño.

Planetas armónicos para lograr objetivos postergados. Su vida por ejemplo.

C

 APRICORNIO

Por una mala maniobra casi atropella con el auto a su suegra. La próxima vez controle que no le falle el acelerador.

Se desatará un combate en su familia por la posesión del control remoto de la TV. Usted creerá que ganó, pero descubrirá azorado que eso que tiene en la mano es el control del aire acondicionado.

Tendrá sexo desenfrenado en una playa de la Patagonia. Lo atacará una manada de lobos marinos machos en celo.

A

 CUARIO

Sus compañeros de la secundaria se reían de usted y le decían gordinflón. Reúnase con ellos para que vean que siguen teniendo razón.

No permita que sus compañeros le digan que se traga la bala. Escúpala y mire si el calibre está permitido por la ANMaC.

Saldrá a pasear en bote por el delta. Conociendo a los de su signo le diría que se va a divertir o no, pero un bagre que pasará cerca del bote le hará recordar a su primera novia.

P

 ISCIS

A usted le encanta hacer asados y tiene una reputación bien ganada entre sus amigos. Le cuesta iniciar el fuego y siempre se quema. Usted es un quemo.

No se deje intimidar por las cosas de la vida diaria. Irá a la farmacia a comprar Rivotril y será detenido por falopero.

Usted tiene un talento particular para las matemáticas. Ahora deje la calculadora de lado y dígame cuanto es 2x3. No, la respuesta no es llueve.

 

(Continuará)

miércoles, 12 de agosto de 2020

EL VIOLÍN DE MARTA (FICCIÓN)

 EL VIOLÍN DE MARTA

Y

a era tarde cuando François llegó con la respiración entrecortada a la ladera oscura del bosque. Los árboles lo rodeaban lúgubres y negros. Sólo arriba, entre las copas translúcidas, asomaba la luz temblorosa y pálida de la luna entre las ramas, que se quejaban cuando la ligera brisa de la noche las tomaba en sus brazos. De vez en cuando resonaban extrañas llamadas de lejanos pájaros nocturnos en el apretado silencio. Los pensamientos se le paralizaron por completo en esa aprensiva soledad. François sólo esperaba, esperaba y miraba fijamente si allá abajo, en la curva de la primera serpentina ascendente, asomaba la luz roja del tren. De vez en cuando consultaba nervioso el reloj y contaba los segundos. Luego volvía a prestar atención al lejano grito del tren. Pero era imaginación suya. El silencio era total. El tiempo parecía haberse congelado.

—No pasó el tren —dijo François agitado apenas abrió la puerta de la cabaña. Arnaud lo miró sin entender.

—Es que si no pasa el tren en horario los compradores no vendrán mañana. Ese era el acuerdo y ahora sabemos que deberemos continuar con falta de provisiones hasta nueva comunicación con ellos.

—De seguro el whisky no faltará —comentó risueño Arnaud festejando su pícaro comentario.

—¿Y cuándo lo sabremos? —preguntó Marta.

—Imagino que en los próximos días, pero no tengo certeza. Ellos aprovechan el viaje de alguien que viene para la comarca para enviarnos un mensaje, pero ya sabemos que eso no ocurre con frecuencia —dijo François con amargura.

—Qué pena, estoy esperando lana para tejer unos abrigos para el invierno que ya casi tenemos encima —dijo Marta acariciando su amigo violín de quien prácticamente no se despegaba un minuto.

—Y yo una bicicleta —dijo sarcásticamente Arnaud mientras largaba una risotada que irritó los ánimos abatidos de los otros dos. La situación era desesperante, a pesar del ánimo despreocupado de los tres. El invierno era sumamente crudo en las montañas, con mucha nieve, y las provisiones faltantes eran vitales para subsistir. Sin embargo, ninguno exteriorizaba el dramatismo del momento, tal vez curtidos por muchos años de escasez y temple.

—Anda, Marta, toca esa canción que tanto me gusta así nos alegramos un poco —dijo Arnaud.

Afuera, las sombras cubrían el piso y el amargo firmamento de esa pequeña comarca de los Apalaches, cerca de Bellevue, Tennessee.

Marta nació ciega en un hogar humilde y marginal de los montes Apalaches. Sus padres integraban una pequeña comunidad de excluidos que vivían al margen de la sociedad destilando licores, wiski esencialmente, durante la llamada Ley Seca. Abrumado por las penurias de la situación, se separaron y huyeron en direcciones desconocidas. Marta se crió con un tío a quien no le hizo mucha gracia la triste historia, pero que aceptó sin más remedio a Marta. Los primeros años de la niña transcurrieron normalmente, si es que algo había de normal en esta historia. Se aficionó tempranamente a un viejo violín que había en la casa y ese ruinoso instrumento hizo mucho más benigna su triste soledad.

La adolescencia pasó como un suspiro y un día muy frío de enero Marta entró en una etapa biológicamente diferente, pero exactamente igual a cada día de su vida anterior. Su tío, Arnaud, hermano de su padre, hizo lo que pudo para la supervivencia de Marta, pero no mucho para su educación. La comunidad de licoreros no tenía escuela. Había una mujer, Margaret, que daba algo de instrucción básica a los niños. La ceguera de Marta y las borracheras de Arnaud se opusieron a la formación de ésta, que apenas aprendió a leer y escribir. La Divina Providencia se encargó de iluminar a Arnaud para que le regalara a Marta un violín mejor y éste se convirtió en el leitmotiv de su dueña. La sobriedad, monotonía, y carencias eran sus compañeros diarios. El violín era su amigo, su compañero, su amante, y pasaba horas acariciando sus cuerdas, sin métodos ni partituras, sólo imitando discos que tocaba una vieja vitrola. A los 40, Marta permanecía soltera y sin novios ni candidatos. Un día, apareció François, amigo de Arnaud, quien se interesó en la belleza y ternura de Marta. Nada cambió después del matrimonio oficiado sin oficio por el santurrón de la comunidad, Arthur. En realidad, sí hubo un cambio. Los hombres de la casa agregaron una pared de madera a la cabaña, y el cuarto del nuevo matrimonio estuvo concluido. Era obvio que para la nueva familia los magros ingresos no alcanzaban para otra cosa.

Marta y François no tuvieron hijos. No había medios en la comarca para señalar al culpable de la infertilidad ni la cosa tenía trascendencia. El Señor, así lo había decidido y se aceptaba su sabiduría sin mayores quejas. Creo que el creador se apiadó de estas dos criaturas y decidió no hacerles la vida aún más dura. Al fin y al cabo, un hijo era una boca más para alimentar y para los dos padres eso estaba bien. François no se destacaba por poseer ningún talento y por el contrario, su intelecto era el adecuado para la vida simple que le había tocado. Ayudaba a Arnaud en la destilación y venta de whisky, la ocupación básica de la comunidad. Ésta tenía contactos con un grupo de “fueras de la ley” de Bellevue, un pueblito no muy lejos de Nashville, Tennessee. Una vez por mes, los compradores de Bellevue, se acercaban a la comunidad hasta donde llegaba el camino, y Arnaud y François les acercaban en una carreta unos treinta barriles de licor. Los compradores se llevaban el producto y pagaban casi todo con mercancía y con los insumos necesarios para fabricar más licor. Casi ajena a estos movimientos, Marta se aferraba como un náufrago en una tempestad a su amado violín del cual surgían notas más o menos afinadas. ¿A quién importaba la limpieza de un Sol o la claridad de un Fa, en ese mundo de privaciones?

A los 60 años, nada había cambiado en la vida de Marta, excepto que ahora François tenía mucho más trabajo. Arnaud había envejecido bastante y su apego al alcohol lo tenía casi postrado en su cama o en su reposera del porche. Podría afirmarse que el futuro no era nada halagüeño para la pequeña familia de los tres licoreros. La comunidad se había ido achicando bastante por la vida dura de las montañas y muchos habían emigrado hacia el norte, a ciudades más prósperas como Chicago o Detroit. Sólo quedaban tres familias y la producción de licor estaba en un mínimo para las molestias que debían tomarse los compradores. Para colmo de males la ley seca estaba llegando a su fin.

Nada nuevo hay bajo el sol, pensaba Arnaud. Ahora que casi no puedo moverme, añoro aquella juventud cuando dábamos todo por sentado, la agilidad por ejemplo. Este reuma me está matando y el alcohol no ayuda, pero ahora más que nunca el whisky es un compañero en este lugar de penurias y soledad. La miro a Marta resignada a su suerte, como siempre fue, y me retrotraigo a nuestro pasado. Quedó a mi cuidado desde muy pequeña, cuando mi hermano y su mujer, los padres de Marta, no soportaron más la vida en la comunidad, se separaron y huyeron despavoridos en busca de otra vida. Al principio no me agradó la responsabilidad nueva pero no tuve más remedio, yo era su tío y el único que podía cuidarla.

Por aquellos años, mi mente estaba siempre tan ocupada en sobrevivir que casi no me acuerdo mucho de la niñez de Marta. Mis continuas borracheras ayudaban también a opacar las vivencias de aquel tiempo, mucho mejor que este, por cierto. Así como la mente se niega a traer detalles, los trazos gruesos de nuestra convivencia están claros en mi cerebro. Marta fue una niña buena, dócil. No creo que haya sido por su ceguera, pienso más bien que era y es de una naturaleza calma. Ese violín destartalado fue una bendición para los dos. Ella pasaba horas junto a él, a veces sacando sonidos a sus cuerdas, y otros sólo acariciándolo como a un perrito. ¡Pobre mi niña desvalida! Con que poco se conformaba y sólo eso era lo que yo era capaz de brindarle. Un día, comprendí que la niñez se había ido, que ya era una mujer, una tierna y callada mujer. François no era un gran candidato, pero Marta no podía tener ni grandes ni pequeñas pretensiones. Ambos lo aceptamos sabiendo lo poco que tenía arriba y que compensaba con sentimientos sanos. Agregamos una pared a la cabaña y cuando estuvo lista, Arthur, pronunció una cita de la Biblia, y los casó.

¡Oh, Dios, como pasa la vida! Nos pasó por arriba, a los tres. Estamos ahora en una situación desesperada con los recursos mínimos de subsistencia, y casi no me viene a la mente nada sustancial de la vida adulta de Marta. Pienso que la monotonía transcurría pisoteando una etapa y la otra y la siguiente y parece que nada interesante ocurría en este cruel aburrimiento de los cementerios. Los barriles continuaron llenándose con el jugo de los alambiques y las rocas cubriéndose de nieve.

François acaba de entrar agitadamente a la cabaña con malas noticias. Pésimas noticias, a decir verdad. En su ingenuidad, él no registra la gravedad del momento. Cree que en cuestión de días los compradores se acercarán a la comarca a continuar nuestro modesto comercio, pero yo no pienso así. Ya no somos negocio para ellos, el poco licor que podemos producir no justifica sus molestias. Lo veía venir hace un par de años y creo que ya estamos allí. Nuestro destino está sellado y seguramente no pasaremos el invierno. Igualmente no voy a agitar el avispero para asustar innecesariamente a los ingenuos. Sólo seguiré el juego hasta que la maldita monotonía nos devore, mucho antes que el hambre, la sed, y el frío.

 

EL SUEÑO LIBERADOR (FICCIÓN)

 EL SUEÑO LIBERADOR     

L

uego de la violenta explosión en el sótano producto del escopetazo que Perry le disparó al hombre, un silencio mortal rodeó la casa por los cuatro costados. Pensé en lo estúpido de mi decisión de no haber matado yo al hombre con la navaja como lo propuso Perry, pero ya no tenía sentido. Me asomé por una ventana para ver si el ruido había alertado a los vecinos. Por suerte la vivienda estaba en las afueras del pueblo y un tanto aislada de las otras casas por varios terrenos baldíos. No pasó nada, y Perry y yo retomamos el estado de excitación que nos producía el delito y que nada tenía que ver con la calma. Él se fue a las habitaciones superiores y yo me quedé sentado en la escalera fumándome un cigarrillo y analizando la situación en la que nos encontrábamos.

Frustración y resentimiento, amalgamados con la cohesión del cemento por otras desviaciones cursadas en la niñez son el catalizador perfecto para un buen delincuente. No me engaño. Eso es lo que soy y con las horas numeradas. Pienso que cada delincuente ─excepto los psicópatas y otros dueños de variadas patologías mentales de enajenación─ es consciente y responsable de su triste recorrido desde su maltratada niñez hasta la forja de un buen criminal. Casi podríamos creer en una predestinación que nos lleva de la mano hacia el inexorable final: la muerte o una cárcel para toda la vida. Lo curioso es que todo criminal, del principiante al más avezado, cree, sueña y organiza su “crimen perfecto”. Porque a pesar de lo que nos han hecho creer las historias policiales, el “crimen perfecto” existe. Conozco varios.

Perry acaba de matar brutalmente al hombre, insensata y alocadamente. No había necesidad. Yo no pude hacerlo con la navaja que me ofreció pero no fue por cobardía como el habrá supuesto. No soy tan estúpidamente irrefrenable como es él. Ahora nos veremos obligados a matar a todos en la casa y se habrá sellado nuestro irremediable y oscuro destino. Una vez más.

Nos conocimos con Perry en la cárcel. Yo no había dejado de habitarlas varias veces con anterioridad por asaltos y robos a mano armada. El asesinato no había sido hasta ahora necesario. Perry, en cambio, venía con un par de homicidios que los habilidosos y astutos cuervos, que la justicia llama abogados, habían logrado trocar por leves condenas increíblemente desproporcionadas con el crimen cometido. ¿De qué justicia estamos hablando aquí? Sí, de esa, de la única que funciona entre los hombres. La que se venda los ojos para no ver cómo el dinero abre y cierra celdas, aumenta o reduce penas, ilumina o ciega ojos. Perry tenía varias deudas con esa justicia o mejor dicho con los abogados miserables de esa pseudo justicia que da pena. Dios nos hizo pecadores y creo que desearía contar con un día más de “creación” para enmendar su error y al menos ser más específico.

Los dados fueron arrojados con precisión de cirujano y Perry y yo terminamos azarosamente en la misma celda. Tal vez mi carácter dócil o mi filosofía barata le cayeron bien y se convirtió en mi amigo y protector. Bien sabe el destino qué hubiese sido de mí tras esas peligrosas paredes de esa peligrosa cárcel sin la protección de Perry. Para “la Hiena”, tal su apodo en la cárcel, los hombres se dividían en solo dos grupos: colaboradores y traidores. Y nada de tibiezas. Pertenecer al segundo grupo era como estar tirándole de la capa a la parca.

Perry está ahora sentado en su sofá de la casa evaluando la situación en que nos hemos metido. La tortura y muerte que infligimos al dueño no proporcionó ninguna ayuda para hallar el cuantioso dinero que, según el informante de Perry, había en la casa. El homicidio posterior de todos los miembros de la familia no cambió para nada el estado de desesperación en que nos hallábamos. Silencioso e inescrutable, Perry seguramente imaginaba y planeaba la fuga. ¿Qué otra cosa quedaba por hacer? Nada menos que pergeñar el “crimen casi perfecto”. La huida perfecta, el escondite perfecto, la supervivencia perfecta pero el botín ausente. Demasiadas clavas en el aire para un malabarista barato.

La cárcel es un edificio extraño. Es impermeable a lo que sale pero muy porosa para lo que entra. Drogas, tabaco, licores, elementos para fabricar armas, hasta la prostitución disfrazada de visitas higiénicas. Pero el elemento más valioso, que vadea con facilidad las impenetrables puertas para recorrer pasajes, callejones y finalmente acuartelarse en las celdas, es la información. Ella es el sustento, el alimento vital de la mayoría de los prisioneros que viven y sueñan con ese futuro golpe. Limpio, fácil y el último para luego retirarse a disfrutar y a desquitarse del encierro. La ingenuidad invade los recintos y se instala como una enfermedad endémica en esas mentes desquiciadas.

Perry se había agenciado de esa preciosa información el día que jugaron al básquet The Black Realm contra The Brown Challenge ─en el lenguaje del hampa hay solo cuatro colores, negro, blanco, marrón y amarillo correspondiente a los negros, blancos, mexicanos y asiáticos─ y comenzó entonces nuestro “sueño liberador”. Todo prisionero veterano sabe cómo cambian las cosas en el momento en que el “sueño” se apodera de un interno. Es como una experiencia religiosa, una epifanía. Esta revelación trastoca el aire, las voces, los colores. Ya no había charla entre Perry y yo que no tuviese algo que ver con el “proyecto Noé”, como lo habíamos tontamente bautizado. El arca, el escape, la salvación, no sé, nos pareció un buen nombre en clave. Era parte del juego que jugábamos cada día con el entusiasmo de dos niños. Sin embargo el engañoso juego no me embaucaba. Conocía el áspero carácter de Perry e imaginaba lo difícil que podría ser trabajar con él fuera de prisión. Esos fantasmas sobrevolaban nuestra celda cada vez con más frecuencia a medida que se acercaba el día de nuestra liberación.

Hundido en el sofá de rosas celestes, Perry mascullaba atribulado la derrota y reflexionaba sobre los próximos días. Yo no me atrevía a preguntarle nada. En realidad no necesita conocer nada, ya sabía todo lo que había que saber.

 


martes, 4 de agosto de 2020

HORÓSCOPO MAL ASPECTADO, tEMP. 1, eP. 1

Inspirado en escritos de Horangel, Ludovica Squirru y Pattie Rodelli, y definitivamente arruinado por mi pequeñez literaria. Válido para todos los sexos, todas las edades y todos los ingenuos. No tiene fecha de vencimiento.

A

RIES

Como tantas cosas en el pasado, cree ahora haber descubierto el sentido de la vida, y como tantas otras veces ha descubierto que se ha equivocado como un animal.

Los arianos deben cuidarse muchísimo de comentar sus logros o triunfos con cualquiera. Es más, agradezca que no tiene ninguno.

Gran claridad mental, estará muy inspirado para contestar rápidamente a todo lo que se le pregunte, excepto las cosas importantes.

T

AURO

En el amor hay que saber esperar, saber comprender,  saber soportar, saber perdonar. Todo esto que a usted le resulta imposible aprender.

Los taurinos tendrán un mes difícil con las mujeres. Si usted es mujer tendrá problemas para soportarse a sí misma.

Comenzará una dieta muy estricta. Increíblemente este mes le parecerá más largo que ancho.

G

ÉMINIS

Empezará a hacer gimnasia yoga para bajar de peso y se dará cuenta que eso no es para usted cuando lo tengan que desatar entre cuatro.

Estará muy accesible, con ganas de entregar todo sin reservas, con buena voluntad en general. No se preocupe, pronto volverá a la normalidad.

El amor es la puerta que lo lleva directamente a la felicidad. Comprender esto le tomara más o menos una vida y media.


C

ANCER

En un ataque de nostalgia querrá volver el tiempo atrás y regresar a cuando no tenía problemas de ningún tipo…cuando tenía 2 meses de vida.

La grandeza de una persona a veces se nota en las pequeñas cosas. Lo digo porque lo único que le queda son esas pequeñas cosas.

Lo pondrán a cargo de un negocio brillante y con mucho futuro al que usted se encargara de ponerle su sello personal cuando lo lleve a la quiebra.

L

EO

La aventura no fue hecha para usted, a pesar de eso, este mes dejará de tomar el desayuno en la cama y se arriesgara a ir a la cocina.

Los leoninos tienen un carácter fuerte y dominante que casi siempre se apacigua mientras duermen.

Sus cosas irán de maravilla este mes. El único que se atraviesa para que todo se complique es usted.

V

IRGO

A usted le gusta sentir que todo está bajo control, meditado, organizado, sin complicaciones. Lamento decirle que este mes se enamorará.

A veces, virginianos, virginianas y virginianes, la solución es sacar una cuenta bancaria para poder tener, como mínimo, algún futuro a largo plazo.

Las virginianas prefieren prevenir antes que curar. Por eso es más fácil que lleguen a ser abuelas cargosas que médicas.

L

IBRA

Busque coincidencias con su pareja para limar esas asperezas que están surgiendo entre ambos…o busque una buena lima nomás.

Sera acosado por una señora casada que estará enloquecida persiguiéndolo todo el día, pero no se ilusione, es su esposa.

El gran amor de su vida pasará a una cuadra de donde usted vive, pero no me pregunte cuándo ni para qué lado.

E

SCORPIO

A menudo la gente lo suele confundir de lejos con otra persona, en cambio de cerca lo confunde con un ser humano.

Etapa de inseguridad a nivel personal No sabrá bien adonde quiere ir ni cómo, ni por qué. Lo malo es que insiste.
Por un error neuronal en su cerebro, tendrá una idea brillante que le reportará grandes beneficios.
S

AGITARIO

La verdad está oculta muy cerca suyo, es más, tengo la certeza de que se está ocultando de usted.

Irá a una muestra de arte abstracto y solo lograra entender un cuadro…el que dice SALIDA DE EMERGENCIA.

En una agradable cena familiar volverán a recordarle que usted endeudó a todos los parientes.

C

APRICORNIO

Encontrará algo que estuvo buscando mucho tiempo. Gran esfuerzo mental luego para recordar para qué lo quería.

Su amor por los animales le traerá problemas de celos con su pareja, que es medio bestia.

Estudiando música de cámara se dará cuenta que definitivamente lo suyo es la fotografía.

A

CUARIO

Probando con el azar y el juego se dará cuenta que tiene una habilidad envidiable para el desacierto.

Usted se queja demasiado de su mala suerte y eso, desgraciadamente, le quita tiempo para quejarse de todo lo demás.

Gran capacidad mental para realizar cálculos difíciles. Eso sí, no puede calcular como hará para vivir con la miseria que cobra.

P


ISCIS

Después de varios días de hacer dieta estricta y no bajar ni un gramo, vivirá un apasionado romance con su heladera.

¿Conoce el dicho “Hazte fama y échate a dormir”? Bueno, a usted se le olvido la primera parte.

En la despedida de soltero de un compañero de trabajo, su jefe aprovechará para despedirlo a usted también.

(Continuará)